Blogia

20-ABRIL

Jóvenes

Jóvenes

 

Los y las jóvenes de mi generación crecimos cumpliendo unas normas de conducta que ni nos convirtieron en personas reprimidas, ni nos dejaron traumas, ni coartaron nuestra libertad. Eso sí, estábamos cansados de que nos hablaran de la importancia de los "principios" y de los "valores". Padres y educadores nos hacían permanentes reflexiones sobre el respeto, la consideración hacia los demás, el comportamiento en la mesa, el orden, la forma de tratar a los mayores y, por encima de todo, la necesidad de preservar la propia estimación, la dignidad.

Si esos valores estuvieran asentados hoy en nuestro país, el botellón sería un mal sueño; la policía a las puertas de los colegios nos parecería ridícula; los críos irían al colegio seguros de que no iban a sufrir ningún tipo de agresión verbal o física.

Los tiempos han cambiado, es cierto. Pero algunos conceptos tendrían que haberse mantenido contra viento y marea.

Parte de un escrito publicado en la revista Hola por Pilar Cernuda.

P.S. Me pareció interesante la reflexión.

 

Sin ganas

 

Estoy algo cansada, sin ganas de escribir. Mi vida cambia por momentos y no sé que es lo que me cansa más si no parar en todo el día o las noticias que me van dando.

Ayer visitamos al endocrino que lleva a mi hijo. Dentro de unos días le inducen a un coma por insulina para hacerle unas pruebas. Firmé un papel con mi consentimiento y haciéndome saber de las posibles consecuencias, de vuelta a casa me temblaban las piernas ¿Hago bien? No tengo respuesta, no soy capaz de pensar en una respuesta, ahora no, no tengo fuerzas para pensar, mucho menos para buscar una foto que adorne este post.

Hace unos días una amiga escribió que se siente triste, triste por un amor-desamor; no sé muy bien qué. No sé si mis palabras la ayudarán en algo pero... querida, esto sí es dolor, el dolor de un hijo es el verdadero dolor y cuando lo comparas con el dolor que produce el desamor, te entran ganas de reír por el "dolor" (sí, entrecomillado) pasado.

 

 

Ahí estaré

Ahí estaré

   

Estamos preparados para terminar con nuestros cometidos en un momento dado, eso no debería desanimarnos, no deberíamos perder la perspectiva, cegar nuestro sentimiento, imposibilitarnos de saber que lo importante no es lo que has dejado, sino lo que has vivido.

En vez de entristecerme por lo que ya no es me alegro por lo que fue.

Me alegro de haberte leído cada día, de que nuestros caminos un día se encontraran, de haber disfrutado de tu lenguaje fluido y seductor, de tu prodigiosa capacidad con las palabras, de tu habilidad expresiva, de tu refinada ironía, en definitiva... de tu impecable estilo.

Estés donde estés... siempre estaré contigo.   

Incultura nacional

Incultura nacional

 

Vivo en un pueblo turístico y, como cada año por estas fechas, ya empezamos a tener los primeros "borreguitos" dando el espectáculo.

Esta mañana, como de costumbre, me dirigía a tomar mi café cuando me encontré con un grupo de ellos y, no penséis que lo de borregos se debe a un insulto, no, se debe a que van en fila, como los borregos. Ocupan todo el espacio destinado a los viandantes (que no es mucho) Van cargados con sus maletas a cuestas de un lado para otro; los pobres (y digo yo que deben ser pobres por la mísera suma que pagan por su estancia) no tienen suficiente con llevar todo el equipaje a cuestas que, encima, no se les ocurre nada mejor que llevarse de recuerdo uno de esos enormes sombreros mejicanos. ¿Aún no se han dado cuenta de que lo que se lleva en España es la folclórica? ¡¡ Qué incultura nos rodea por Dios!!

La buena educación consiste en.....

La buena educación consiste en.....

 

Dicen que los chicos de hoy día son unos mal educados. Dicen que el sistema educativo no va bien, pero... también dicen que mucha culpa la tenemos los padres por defender a nuestros hijos y quitarles autoridad al profesor frente a un castigo; yo digo que también los profesores tienen la culpa y si no... para muestra un botón.

Mi hijo de doce años está siendo acosado por compañeros de clase desde inicio de curso. Ya ni enumero las jugarretas que le hacen, son tantas que no tendría espacio en este lugar. Hoy no me voy a referir a las "putadas" que le propinan los compañeros, que ya de por sí son crueles sino a una profesora que no tiene el más mínimo sentido de lo que es educación y respeto.

El niño tiene un problema de crecimiento debido a unos medicamentos que tomó durante unos cinco años y, aunque los laboratorios advierten un posible retraso en el crecimiento, no lo aseguran. Yo sí estoy segura de que es así, lo mismo que su endocrino. La cuestión está en que, hace un par de días en una de las clases, uno de los mal llamados compañeros le dijo: ufff, el lavabo apesta a mierda, como el Fari (apelativo que le han impuesto para jactarse) Todo eso ocurría en una clase de 14 niños y mientras la profesora explicaba la lección (no creo que sea muy difícil oírlo con tan reducido grupo) Mi hijo, rabioso por el insulto, le dice al niño autor del insulto: "pijo nano" La profesora ni corta ni perezosa hizo levantar a mi hijo y a cada uno de los trece restantes para compararlos en altura y a cada uno que pasaba le decía: ¿ves? Otro más alto que tú...Así hasta llegar al último y concluyéndole a mi hijo con: eres el más enano de la clase y ahora si te llaman enano no te quejes porque te lo he demostrado.

Así ha sido, ahora además de "Farí" le llaman "enano" y todo gracias a la profesora. Mañana me acercaré al colegio para agradecérselo y de paso... quizá compare mi altura con la de ella y así, sin remordimientos por mi parte ya que parece que es de buena educación, le podré llamar enana. Creo que también debo aprovechar la visita para indicarle que en la jerga infantil popular las palabras "pijo nano" significan niño pijo.

 

Para que luego digas......

Para que luego digas......

 

¿Quieres saber qué es lo que vamos ganando? Que a medida que avanzamos en palabras, la indiferencia que nos mostramos en su día va venciendo terreno en toda esta historia. Los peores momentos que pasamos van perdiendo nitidez y el recuerdo se ha cubierto de una espesa neblina en la que sólo queda sitio para la ternura. Cada día nos odiamos menos o quizá podríamos decir: nos apreciamos algo más.

Tienes razón, vivir tranquilo consiste en no tener que despreciar y, con el tiempo, aprender a apreciar lo que despreciamos. Quizá algún día lo consigamos.

Me preguntas...

Me preguntas...

En mi vida cotidiana no dejo entrever los sentimientos que me atosigan, mi comportamiento ante los demás no deja descubrir lo que mi corazón siente y, a pesar de ello “ella” me preguntó. No usó las palabras pero sé que en su mirada se escondía una pregunta, aunque no necesitaba respuesta.
- Desapareció – le dije sin que ella me preguntara.
- ¿Por qué? ¿Qué pasó? Me interrogó esta vez con una voz tierna.
- Si pudiese te lo diría, pero no hay respuesta, no tengo respuesta porque nunca lo supe.
No hizo falta darle más explicaciones, ahora es ella la que responde a todas esas preguntas que yo me hago y no me sé contestar:

La angustia que produce una pérdida lleva incluido un proceso de dolor. Un proceso de luto que no termina hasta que no se es capaz de aceptarlo. Y lo peor de todo es que, sin una explicación, sin un saber por qué, es más complicado olvidar y entender el porqué se tiene que olvidar. Y más cuando todo sucede sin causa aparente; buscas explicaciones en cualquier parte, buscas razones a lo que no las tiene, das vueltas y vueltas a la cabeza sin obtener una respuesta.
El dolor es comparable al de la muerte de un ser querido del que no has podido despedirte; Tan solo nos queda una cuenta pendiente, perpetuamente pendiente…

Con cariño

Con cariño

En estos días la normalidad, mi normalidad, ha sufrido algunos cambios y, cuando eso pasa, pierdo estabilidad. La vida es así de impredecible y a mí me descoloca, me deja un  mal sabor de no saber cuándo ni dónde podré volver a situarme.

Hoy no escribiré sobre mis sentimientos hacia ti, ni tan solo de los sentimientos de ti hacia mí, hoy hablaré de esos sentimientos que tenemos por algunas personas que, aún sin llegar a quererlas, sabemos que apreciamos cuando nos damos cuenta que no están a nuestro lado.

Una persona a la que conocía "de toda la vida" nos ha dejado. Sabíamos que pasaría, que un día u otro nos levantaríamos con la noticia de que Mari ya no estaba entre nosotros pero, como todo en esta vida, no pensamos que "hoy" sería el día.

Vivíamos en el mismo pueblo, en el mismo barrio e íbamos al mismo colegio. Aún sin llegar a ser amigas, sí coincidíamos en los mismos grupos y nos teníamos mucho aprecio. Nunca fuimos amigas íntimas porque un año nos separaba y, en esa época, un año de diferencia es mucho cuando una es una niña y la otra toda una adolescente.

Con el pasar de los años el contacto continuó, yo visitaba su comercio a menudo y ella pasó a ser clienta mía. El cariño que nos profesábamos continuaba y se hizo más latente cuando las dos coincidimos en el primer año de colegio de nuestros hijos. Aún recuerdo el primer día que llevamos a nuestros hijos al colegio. Para ellos era una situación nueva, un sitio desconocido, unas personas ajenas a su entorno a las que no habían visto en su vida y para nosotras, lo mismo. Mientras esperábamos a que los niños entraran en clase y sin saber porqué, buscábamos caras conocidas, quizá para no sentirnos tan solas en ese momento tan emotivo en el que ves cómo tu hijo se aleja de ti por primera vez. Porque no lo vamos a negar... los niños entran llorando, pero las madres nos quedamos con las ganas de soltar una lagrimita y si no lo hacemos es por lo de "qué pensarán los demás"

Pasamos toda la EGB viéndonos casi a diario, comentando las jugadas del día a día, encontrándonos en las cenas de fin de curso, preparando las comuniones de nuestros hijos y, todo eso durante diez años. Mucho tiempo para que el  cariño que sentíamos de niñas se acrecentara durante esa década.

Un día Mari me comentó que le habían detectado un bulto en un pecho. Lo hizo con gran entereza como diciéndome con sus ojos "Tú no te preocupes que yo no lo estoy, esto lo venzo yo como  mujer valiente que soy" Así fue, Mari venció al molesto tratamiento, a la caída del cabello, a las preguntas inoportunas y siempre, con una sonrisa en la boca. Nos venció a todos, pero no al mal que llevaba dentro.

Un día,  después de cuatro años, me comenta muy ilusionada que estaba tan bien que le iban a reimplantar el pecho; me alegré por ella, de verdad, sentí emoción al pensar que sólo había sido un susto y, que ella, con su fortaleza, había conseguido dominar al mal pero... Al hacerse la revisión para la operación le dicen que el cáncer se le ha extendido a los huesos. Mientras ella me lo contaba yo me desmoronaba y era ella la que me daba ánimos a mí. Me decía que si lo había superado una vez podría con una segunda, que sólo era necesario desear mucho una cosa para que así sucediese. La creí, pensé que ella sí podría pero... Mari empezó a quedarse sin fuerzas en las manos, a quedarse ciega, a depender de los demás. Mari se fue apagando poco a poco hasta que se nos fue.

Me gustaría recordar las palabras que pronunció el cura durante el sepelio, no puedo, sólo llego a recordar algo así: ¿Por qué decimos que Dios es justo si se ha llevado a una madre, esposa e hija en mitad de su vida? ¿Cómo voy yo a hablaros en nombre de Dios si no puedo defender lo que ha hecho?... Son preguntas que algún día me gustaría saber la respuesta.

Mari, no te lo dije nunca pero... Te echo de menos.

JUSTO O INJUSTO

JUSTO O INJUSTO

Muchas veces he hablado sobre mi idea de "justicia" y sobre lo que pienso de la "verdad". Ayer sin ir más lejos, la conversación con un amigo derivó en que, según él, no tengo suficientemente claros los dos conceptos. Seguramente, pero creo que no son términos que me obsesionen sino que salen de mí de forma subjetiva.

Es injusto no tener conocimiento de la verdad aunque muchas veces la misma verdad sea injusta lo que no  significa que la mentira sea justa porque, sea piadosa, o malévola, siempre será injusta. Si la verdad es justa, tengo derecho a saberla, y si tú me engañas es que eres injusto y, si eres injusto, no tienes derecho a saber mi verdad. Así que, o te lanzas a decirme la verdad o dejas de  de preguntar.

Batallas libradas

Batallas libradas

 

Siempre creí que las heridas de guerra son merecedoras de admiración, no porque piense que librar una batalla sea algo glorioso, sino porque la propia vida te las sirve en bandeja y, por mucho que no estés de acuerdo con ellas, el hecho de poder exhibirlas significa, como poco, haber subsistido.

Hoy cerré una herida de guerra. Di carpetazo a una etapa virtual que ya duraba más de seis años. Ya no me duele la herida... como mucho notaré el tiempo cambiante.

Después de todo las computadores se rompen, la gente se muere y las relaciones se terminan. Lo mejor que podemos hacer es respirar y reiniciar. (Esta última frase es de Carrey, Sexo en New York, me encanta)

 

Deseos

Deseos

 

Hoy no soplaré las velas aunque... pensaré en ese deseo que nunca llega a cumplirse. Tú formarás parte de él.

Sin sentido

Sin sentido

 Esta mañana, mientras planchaba (sí, también plancho) un pensamiento agolpaba mi cabeza. A veces, aunque parezca muy concentrada en otras cuestiones, alguna de mis neuronas va por otro camino y, en consecuencia, me encuentro en dos lugares a la vez.

Lo que empezó como un pequeño desvarío, acabó centrando toda mi atención. Poco a poco dejé en un segundo plano lo que estaba haciendo para centrarme en llegar al meollo de la cuestión: Analizar el sentido de la vida

Interrumpí mi análisis en el punto en que concluí que, la vida en sí era una mentira aunque, semejante idea entró en desacuerdo con la importancia que pudiera tener una mentira por si misma. Poco más tarde pensé en la gran variedad que existen; Algunas miserables, otras más útiles, unas engañosas, muchas  tramadas, bastantes malignas, otras mortales y las más... imperdonables.

Tanto pensar no me ha llevado a ninguna conclusión, pero prometo retomar el tema en cuanto encuentre el sentido... a la vida, por supuesto.

Mucha mujer para ti

Mucha mujer para ti

Estos últimos días no han sido los mejores de mi vida, ni de buen trozo. Aunque, hoy me siento más fuerte. Sentí que mi independencia de ti iba tomando forma, que poco a poco puedo prescindir de ti. No puedes hacerte una idea de la cantidad de batallas que a diario libra mi interior. ¿Sabes lo qué busco? Darme cuenta que las soluciones a "mi" problema (es decir: tú) está en mí; no tengo que buscar soluciones más que en mi lado más oculto, él nunca me engaña.

A veces, muchas veces, me he visto planeando estrategias con el único fin de satisfacerte, de que me vieras como la "mujer ideal" de la cual no pudieras prescindir. Hoy soy capaz sentir que, tal como soy es suficiente y, a ti ya te viene largo. En eso va a consistir mi terapia, en sentir lo que ya es indudable: demasiada mujer para ti.

A solas con mi corazón

A solas con mi corazón

 

Hoy he querido mirar atrás. Necesitaba pensar, meditar sobre mis sentimientos. Los tenía olvidados porque así no me hacen daño o quizá, no hacen daño porque los he querido olvidar.

La mente recurre, a veces, a archivar los archivos dolorosos en una carpeta temporal; lo malo de esa carpeta es que siempre está ahí como "pendiente" hasta que la mente está preparada para digerir las circunstancias que los llevó allí.

Siento la necesidad de parar el tiempo, cerrar los ojos y escuchar en mi interior. Quiero sentir los latidos de mi corazón, que su armonía me diga por quién se sobresalta, si la media sonrisa que llevo dibujada en mi cara es consecuencia de una mentira piadosa por no querer aceptar la verdad.

Ya no le quiero.... Otra mentira más.

Desde la cama

Desde la cama

 

Cuando me acuesto, después de todo un día de contratiempos, me da por hacer un resumen de los conflictos surgidos durante el día. Para algunos tengo remedio, otros superan mis ganas de batallar. Hoy he librado una batalla con la tecnología. Ella ganó y yo perdí; mi teclado se ha puesto en mi contra (se alió con el ratón) y no me deja escribir.

Esta mañana soporté el discurso de un amigo recriminándome lo mala amiga que soy.

Llego a casa a medio día y ¡Zas!... no les gusta la comida que preparé.

Por la tarde... otra amiga me dice que, sintiéndolo mucho, se le ha roto el reloj que le dejé (mi preferido)

Realmente ha sido uno de esos días en que lo malo de uno son los demás.

 

 

Recuerdos, sólo eso.

Recuerdos, sólo eso.

Acordamos el día de nuestro segundo encuentro. Aún faltaban dos meses pero, sólo la idea de prepararlo todo nos excitaba. Pensamos en un hotel romántico, algo alejado de nuestra ciudad, un hotel donde poder compartir nuestros anhelos en una cama grande, especial, una queen size. Dimos con el lugar adecuado, el siguiente paso era buscar una excusa para dar en casa. Poco a poco pasaban los días y con ellos aumentaba el nerviosismo; nerviosismo por estar junto a él y por si algo fallaba.

En los días previos a nuestra cita nuestras conversaciones eran, sin pretenderlo, de tono erótico. Él estaba tan ilusionado como yo y se encargó de todo lo relacionado con los detalles. Me comentó que había pedido que nos sirvieran el desayuno en la habitación y entre bromas me dijo:

- Usaré la mermelada para untarla por tu cuerpo y saborear tu piel.

- Y entonces... si gastamos la mermelada ¿Qué haremos con la mantequilla?

- Eso lo dejo a tu elección ¿Qué crees que podríamos hacer con ella?

- Eso es una fantasía que la verás en el momento, no pienso adelantarte nada.

- Yo también tengo una fantasía -comentó él- pero no lo sabrás hasta que no te haga mía

Llegó el día esperado; la hora, las cinco de la tarde, paradójico ¿verdad? Lo vi a lo lejos y mis piernas empezaron a temblar. Tanto tiempo pensando que cuando lo viese me tiraría a sus brazos y ahora, que estaba frente a mí, no fui capaz más que de darle un beso, un beso que más bien fue un simple roce.

El camino hacia nuestro destino se nos hizo largo, pero al mismo tiempo, no deseaba llegar tan pronto. Necesitaba tomar confianza, sentirme cercana a él y por mucho que habíamos hablado por teléfono e Internet, no debemos olvidar que sólo nos habíamos visto un par de veces.

Había tensión en el ambiente y yo me mostraba algo distante. Subimos al ascensor, yo sentía pánico puesto que era de cristal y teníamos que ir al piso veintidós. Él, al notar mi nerviosismo, me abrazó y me besó allí mismo, ya sin importarle si estábamos solos o no.

El día anterior a nuestra cita me había preparado concienzudamente, una depilación brasileña, un conjunto interior excitante, mi piel suave como la de un bebé; nada debía fallar, ni el más mínimo detalle.

Dimos una vuelta por la habitación, todo precioso, un gran ventanal con vistas sobre el mar, una cama espectacular, un ambiente relajante, todo en orden menos yo, que no sabía por dónde empezar. Para romper un poco el hielo le pedí que fuésemos a tomar un café y mientras él atendía una llamada al móvil, yo me senté en el borde de la cama a esperarlo. Estábamos uno frente al otro, yo sentada con el bolso colgando y él apagando el móvil. Me dijo: ¿Nos vamos? Sí, contesté yo, pero... al hacer el ademán de levantarme, sus labios lo impidieron, me quedé atrapada en un beso, un largo beso que me hizo recordar que soy víctima frágil entre sus labios.

Sus manos rodearon mis brazos e hizo que me pusiera a su altura, nuestros labios seguían su camino como si una fuerza invisible les impidiera separarse. Sentí cómo nuestros cuerpos se enzarzaban en uno solo. Sentí el calor de sus manos bajo mi blusa, abarcando toda mi espalda. Ya no necesitaba un café, sucumbí a aquel largo beso y ahora, lo que necesitaba era sentirlo a él.

Desabrochó mi sujetador sin apenas separarse de mí, por debajo de la blusa. ¡No! Así no. Quería que me desnudara poco a poco, admirándome, mirándome a los ojos y yo, observar cómo crecía su excitación al hacerlo. Me separé de él, me quité la blusa y, al mismo tiempo que desabroché el botón de mi falda para dejarla caer, le abrí la camisa; quería ver aquel torso desnudo, acariciarlo, excitarlo con mis besos.

-Ven aquí cielo, me dijo mientras me atraía hacía la cama.

¡Oh Dios! Qué excitación sentía, cuánto tiempo deseando aquel instante. Ya no podía ni quería reprimir mis sentimientos, ahora, a partir de este mismo instante dejaré correr mi imaginación con todo aquello que tantas veces he soñado.

Un susurro de placer junto al lóbulo de mi oreja hizo que me sintiera la mujer más deseada del mundo. Noté cómo mi vagina se humedecía por momentos, mis pezones se erizaban y se alzaban pidiendo su boca.

Recorrió mi pecho con su lengua, lamió la línea que baja desde mi pecho hasta el vientre, acarició cada centímetro de piel hasta llegar a mi pubis y, justó ahí, en ese instante, mi espalda se arqueó ante un gemido de placer.

Mis manos acariciaban su pelo mientras su boca hacía lo propio con mi sexo. Su lengua subía y bajaba con movimientos lentos, como si quisiera relamer cada uno de aquellos minutos. Sentía como mi cuerpo subía a la cima, deseaba más y más mucho más que aquello pero no ahora... No quiero que todo acabe aquí. Subió lentamente hacía mi boca y me ofreció su lengua, aquella lengua que tanto placer me había proporcionado unos instantes antes. Ahora era yo la que quería disfrutar con su placer; Intercambiamos posiciones, lamí sus pezones, su cuello, el lóbulo de su oreja y al mismo tiempo le susurré: nunca olvidarás esta noche.

Busqué la línea que va de su pecho al ombligo, jugueteé con mi lengua en esa zona y, cuando sé que esperaba que mis labios bajasen unos centímetros más, retrocedí. Quería que fuese tanto el deseo, que esperé a que me lo suplicase; no podía más, su miembro eréctil así me lo demostraba. Jugueteé con mi boca, acaricié la zona del perineo, eso le excitó mucho. Dejé una pequeña insinuación de que, quizá, si me adentraba algo más, su placer sería infinito, pero no ahora... ahora tendrás que esperar.

Con cada uno de sus gemidos mi excitación iba en aumento, no queríamos pasar de ese momento. Me cambió de postura, se tumbó sobre mí para sentir piel contra piel, todo nuestro cuerpo estaba en contacto y así, con su oreja pegada a mi oído me dijo:

- Pídemelo, suplícame que entre en ti y lo haré.

- No, no te lo voy a pedir aunque lo esté deseando, quiero que seas tú el que identifiques cuándo no puedo más.

- Pídemelo, dime que me deseas más que nunca.

- Sí, te deseo, te deseo ahora, entre en mí.

Noté cómo el calor de su pene invadía mis entrañas. Mis piernas se abrazaron a su cuerpo, un escalofrío recorrió mi espalda y, a cada movimiento suyo, mi cuerpo lo acompasaba.

Fue un derrame de placer, un placer deseado, desatado, cálido, tierno. Quedamos rendidos aún con los últimos espasmos de nuestros cuerpos y le pedí: no te muevas, quédate ahí, quieto dentro de mí.

Habían pasado unas horas desde nuestra llegada y debíamos reponer fuerzas, lo mejor aún estaba por llegar, así que decidimos salir a cenar. Después de la cena comentamos que quizá nos vendría bien un paseo y eso hicimos... Cogidos de la mano dimos la vuelta a la manzana. Nos seguíamos deseando y por qué perder el tiempo allí. Volvamos a nuestro nido de amor.

Esta vez el nerviosismo había desaparecido así que pensé que era mejor dejar los pudores para otros momentos. Me puse un camisón cortito, de tirantes, que dejaba entrever el final de mis posaderas. Estábamos de cara al ventanal admirando cómo la luna se reflejaba en el mar; Me abrazó por la espalda y empezó a besar mi cuello, a apartarme el pelo, acariciarme el vientre y, a todo eso, yo me dejaba hacer. Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo y de nuevo sentía que el deseo volvía a mí.

Me llevó de nuevo hacía la cama pero esta vez sin darnos la cara, sólo sentía su susurro tras de mí que decía: Sé cual es tú fantasía, lo adiviné. No te muevas, no te des la vuelta, va a ser tu primera vez. Un escalofrío me recorrió ¿Realmente sabía qué es lo que yo quería? Besó mi nuca, recorrió toda mi columna con sus besos y a cada centímetro que descendía él, más me encendía yo. Sí, iba en el camino correcto, lo había averiguado de verdad. Bajó sus manos en busca de los jugos lubricantes de mi vagina, jugó un rato haciéndome "sufrir" y cuando más lo deseaba noté cómo sus dedos jugaban en aquella zona que nunca pronuncié. Me agarró de las nalgas y poco a poco, con ternura entró en mí. ¡Dios, nunca imaginé un placer así! Entraba y salía de mí, embestía una y otra vez y yo no podía aguantar más, era indescriptible. Intuí, porque ver no vi nada al estar mi cara contra la almohada, que su mano buscaba mi clítoris y empezó a acariciarlo al mismo ritmo de las embestidas. No pude soportarlo, grité, gemí... ahogué mi grito en la almohada, no controlaba, ni quería hacerlo.

Quedé exhausta junto a él y le dije:

- ¿Cómo lo has sabido?

- Atando cabos -me contestó él-

- La conversación de la mantequilla, mi insinuación de cuando te acaricié el perineo, todo eso te llevo a pensar que a mí me gustaría.

- Sí, así fue. Ahora quiero que sepas cuál es mi fantasía.

- Me la vas a tener que decir porque, al contrario que yo, no me has dado ninguna pista.

- La sabrás. Túmbate quiero verte disfrutar.

- ¿Cómo, aún no me has visto?

- No, quiero ver cómo te masturbas mirándome a los ojos.

Dios, eso que me pedía era más fuerte que yo, mi pudor me lo impedía, no, no podía hacer una cosa así, me resultaba fría, distante a la ternura del momento. Tranquila, me dijo, yo te ayudaré.

Se tumbó a mi lado pero dejándome "sola". Acarició mis pechos, bajó por mi vientre y acarició mi entrepierna. Consiguió que me excitara de nuevo. Entonces agarró mi mano y la arrastró hasta mi pubis, él la guiaba, él hacía el movimiento y, de repente me dejó sola, mi mano y yo solas. Le miré a los ojos y sólo de ver su placer deseé concederle más, más... todo lo que él quería.

Saciados nuestros deseos nos dormimos pero yo sentía su cuerpo desnudo junto al mío, sus caricias en mis senos. Me desperté con su mano en mi vientre desnudo y sentí la necesidad de sus caricias una vez más.

Vimos el amanecer desde la cama, abrazados, con mucha ternura y cariño pero... Se olvidaron de traernos el desayuno a la habitación así que, no nos quedó más remedio que dejar la mantequilla para otra ocasión.

Ahora, después de un tiempo no sé si habrá otra ocasión pero, sí sé que esa fue única e irrepetible.

Todo lo que quedó

Todo lo que quedó

Hoy, desde hace muchísimo tiempo, no has sido tú quien interrumpió mi sueño.

Pensaba que mi sufrimiento por ti era único, pensaba que en este mundo eras la única persona capaz de hacerme daño y seguir adelante como si nada hubiese pasado. Es evidente que me equivocaba. No sólo el amor me puede dañar; la amistad también lo hace y ¡de qué manera!

No me era desconocido el modo de comportarse de otras personas, aunque, nunca las comparé con tu sufrimiento. Hoy sé que sí, en pocos días tanto la amistad como el amor me han hecho sufrir. Y repito...  ¡de qué manera!

La culpa no existe, sólo es un duende que usamos a fin de salvarnos o castigarnos. De nada te ha servido arrepentirte de un pasado. Claro que, en un arrebato romántico, afirmaste que eras culpable. Sí, culpable de no haber sabido encajar lo que nunca ajustó, de haber amado como no deberías haberlo hecho. Y, si de culparse se trata, ahí también me culpo yo. Amé como nunca debí hacerlo, pequé de ingenuidad ante tus palabras, amé con toda el alma. Mea culpa.

La sentencia dice que los dos somos culpables, sí, pero ten en cuenta que el tribunal fuimos nosotros y, a pesar de ser dura... no la vamos a recurrir.

Sin ti

Sin ti

Hoy empiezo un nuevo camino. Sin ti, sola... como ya tenía por costumbre hacerlo. Esta vez será la última. Nunca más a mi lado.

Aprendí en diez días lo que no hice en dos años... En el amor no sirven los remiendos.